Oh, medio litro tall de café Starbucks.
Fantástico vaso de café del día. Delicia de los oficinistas. Alegría de las ancianas charlatanas. Escudo de las mujeres pensativas.
Cuánta felicidad siento cuando las empleadas estampan mi nombre en el vaso. Es tan cercano a la posesión que da un poquito de susto.
Escucho el nombre del chico que me precede: Damián que eligió un pequeñísimo expresso.
Escucho el mío: Laura y mi vaso tall se yergue por encima de todos con autoridad.
Casi no queda edulcorante pero yo lo tomo amargo.
Casi no quedan sillas pero hay una vacía frente a Damián y pongo cara de chica perdida. Damián hace una seña y se pierde en su celular. Apenas le falta un trago para irse.
Temo abrir mi netbook y que la torpeza de siempre haga que el escandoloso tall caiga entre las teclas. No habremos de llorar sobre la leche derramada pero sí sobre el Starbucks.
domingo, 18 de abril de 2010
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